Mi vida sin mi

“Rezas para que esta sea tú vida sin ti.
Rezas para que las niñas quieran a esta mujer que se llama como tú y para que tu marido acabe por quererla.
Para que vivan en la casa de al lado y las niñas usen el remolque para jugar a las muñecas y apenas recuerden a su madre que dormía de día y las llevaba de viaje en canoa.
Rezas para que tengan momentos de felicidad tan intensos que cualquier pena parezca pequeña a su lado.
Rezas a no sabes qué ni a quién, pero rezas, y no sientes nostalgia por la vida que no tendrás, porque para entonces habrás muerto, y los muertos no sienten nada.
Ni siquiera nostalgia.


miércoles, 18 de agosto de 2010

Desahogos sin cordura


A veces no sé hacia donde tirar. Hoy, que lo tengo claro, me siento completamente sin fuerzas ni apoyo. Sí, claro que tengo apoyos importantes en mi vida, que miran por mi bien y mi felicidad constantemente, y es por eso mismo por lo que esos apoyos ahora mismo… no me sirven.

Mi “bien” es muy diferente al que el resto de la gente ve. Es diferente según los ojos y el espíritu desde el que se mire. Mis ojos todavía no me han visto en ese estado de felicidad y bienestar conmigo misma, pero tengo la esperanza de poder verlo en poco tiempo, de llegar a ese estado, a ese Nirvana, y de que el mundo se dé por vencido, de que vean que mi “cabezonería” como algunos llaman, ha dado sus frutos.

De conseguir por fin lo que deseo, sin riesgos ni batas blancas de por medio.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Del cielo al infierno y viceversa

Vaya encontronazo de sensaciones y sentimientos por todos lados. De estar arriba, en lo más alto, donde nadie puede ni rozarte, a estar en lo más profunzo del pozo, donde por supuesto, ni dios te puede tirar un cable tan largo como para amarrarte fuerte a él.


Un día es nostalgia, otro alegría, otro decepción, otro simple sufrimiento, otro agotamiento... hoy ya no sé ni qué sentir. Mi cuerpo y mi mente apenas reaccionan a nada, o más bien, no saben cómo hacerlo.

Tras 4 horas con los ojos como un búho en plena noche, me dispongo a levantarme desesperada a hacer el primero de los tropecientos cafés que tocarán hoy. 5:15 am. A estas horas de la noche/mañana una no sabe ni cómo sentirse ni qué pensar, y espera que con el primer trago del dichoso café se le despierte alguna idea, pero no, y creo que así será durante el resto del largo día que me queda.

Después de haber recibido ayer una de las peores noticias que me podían dar, ya no sé cómo reaccionar. Sólo me queda esperar, y eso se me da de lujo, asi que esperemos pues.