
Qué difícil y qué triste es no querer coger las manos que tan sólo te quieren prestar algo de ayuda.
Qué contradictorio es saber que a veces la necesitas y no quererla... Como ese sentimiento del que tanto hablo siempre, la soledad, sentirte triste por ello y al mismo tiempo no querer cambiarlo, o no poder, o quizás un poco de todo.

Sigo sintiéndome como en un precipicio a punto de saltar, pero ¿por qué voy a tener que caerme? Cabe la posibilidad de que acabe volando, o incluso de que me caiga y me encuentre mejor en el suelo que allí arriba con ese vértigo de siempre. Quién sabe...
Yo, de momento, siento tener unas pequeñas alitas que me hacen acercarme a lo más alto de lo existente, al éxtasis, a lo más! Espero llegar algún día, no abandonaré, ya he sido bastante cobarde en la vida.
PACIENCIA.